Hace un año por estas fechas también cerraba aquí por vacaciones. En aquel momento me encontraba en mitad de un MBA que no sabía a dónde me llevaría, ni tenía idea de dónde estaría tal día como hoy, escribiendo estas líneas. Pasé un buen trecho de mi verano confabulando internamente, haciendo planes profesionales y pensando en el enfoque que quería dar a mi carrera. Hice millones de listas. Tracé planes. Un año más tarde, recupero la misma libreta y miro los pasos que me marqué seguir. Ni en el mejor de mis sueños imaginé dónde estaría trabajando hoy a tiempo completo. Tampoco entonces sabía que hoy seguiría escribiendo, me dijeron que “el blog había muerto“, que la gente ya no leía y yo pese a todo, me propuse recuperar la cadencia a medida que recuperara un poco de tiempo para comprobar, con muchísima gratitud, que este lugar jamás ha estado más vivo, más participativo que ahora. Durante este año he recuperado mi voz y he sabido mejor que nunca sobre lo que quería escribir. Me propuse hace un año invertir en el blog y así lo hice, me pasé a WordPress, contraté un hosting, trabajé con Isa de Iphotónica en el rediseño de mi blog, mejoré su usabilidad y lo hice responsive, me hice unas tarjetas de visita que estoy deseando endiñaros y conocí a Pilar Hormaechea en una nueva ciudad, donde me hizo unas fotos que representan lo que vengo a contar aquí y que encarnan un poco de mí y un poco de June. Me siento orgullosa de lo conseguido y empiezo a llenar mi lista de lo que me gustaría ver aquí el año que viene, ojalá pueda verlo cumplido.
Mientras tanto, entre post y post, el año ha estado cuajado de novedades. Nueva ciudad, nuevo trabajo, nueva vida. En el inpass de los días he desempeñado mil papeles nuevos: la mujer independiente, la independizada, la fuerte, la valiente, la tutora y la aprendiz, la profesional, la novia paciente, la tolerante, la amiga consejera, la (amago de) deportista, la sociable, la fiestera, la casera, la ama de casa, la aprendiz de escritora, la que saca tiempo para escribir agotada después de un día infinito, la que encuentra ideas geniales (y no tan geniales) a la 1 de la mañana, la que se inspira en el bus, la que está seca de ideas, la incansable, la que encaja bien las críticas, la que sufre por ellas, la que invoca lo poco que sabe para ir de sabia, la tía guay a todos los niveles.
Mil gorros me he puesto para sacar adelante con más o menos éxito la start up que representa gestionar una casa cuando no lo has hecho nunca: la contable, la previsora, la precavida, la gestora de proyectos, la asistenta, la (mediocre) manitas, la fontanera, la exterminadora de cucarachas. Y entre medias de todo eso, la asustadiza, la insegura, la desquiciada, la impaciente, la malhumorada, la hartita me tenéis todo y todos. La que ha sacado fuerzas de flaqueza y la que se ha comido su personalidad múltiple ella solita. Confieso que he llegado a amar el verano porque no tengo que meterme hasta los tobillos dentro de una funda con los brazos en cruz para colocar en cada punta, el edredón de los huevos. Hasta ese punto hemos llegado.
Ay, han sido 365 días maravillosos, abrumadores, súper emocionantes, intensísimos y agotadores. Entenderéis ahora, que necesite unas semanitas de copiloto, representando el papel de acompañante divertido, súper charlatán y fácil que soy a veces también. Que piloten otros. Nos escribimos a la vuelta. Os echaré de menos. Nos lo contamos todo. Que descanséis mucho. Ciao, arrivederci!
Foto superior de Pilar Hormaechea para June Lemon.