Esta Semana Santa me escapé un fin de semana con mi novio a la Costa Brava. Fue un viaje sorpresa que me preparó para hacer la ruta Dalí, que pasa por los tres lugares más importantes de la vida del artista en la región y por el camino, comimos, disfrutamos de un tiempazo, nos reímos y vimos algunos de los pueblos más bonitos de España…
Europa
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Un finde en la Costa Brava
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Viaje a Comporta
Este verano estuve durante cuatro días recorriendo la costa del Alentejo en Portugal para llegar a Comporta, un pueblecito en mitad de la nada en el que inexplicablemente abunda la gente guapa, las tiendas de decoración y mobiliario y las playas infinitas poco masificadas de las que ya no se encuentran en ninguna costa de España. Aunque ahora mismo está lloviendo fuera y volvemos a llevar calcetines, tenía pendiente contar mi particular ruta por la zona con mis playas favoritas, el mejor arroz negro y lo que más me gustó de esa zona aún relativamente desconocida…
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Un finde en Ginebra
Para combatir la dureza del trabajo en agosto, este verano decidí escaparme unos días a Ginebra. Jamás me imaginé que se trataría de una ciudad con tantos planes y tantas cosas que hacer sin pasar calor y sin encontrar los diez mil turistas que aplastan los adoquines de cualquier lugar del Mediterráneo. Ginebra es un destino secreto, con el glamour inusitado del que no sigue modas pero sabe divertirse, el que escapa de lo típico y quiere disfrutar de la ciudad, la naturaleza y ve con la mente abierta un concepto más extenso y diferente del clásico “verano”.
Aquí va mi particular guía secreta de Ginebra, con uno de los amaneceres más bonitos que he visto en mi vida, un picnic en las montañas a lo Sonrisas y Lágrimas y unas callecitas con casas de colores y tranvías que parecen sacadas de Pinterest…
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Viaje a Salina
Siempre vuelvo a Salina, una isla escondida en el archipiélago mediterráneo de le Isole Eolie por la que no pasa el tiempo. Fui por primera vez en 2009 a casa de mi amiga Milena, que es palermitana, con unos amigos y desde entonces siempre he vuelto a bañarme en sus aguas verdes cristalinas, a admirar Lípari desde los miradores de las casas colina arriba y a tomar granita de panna e fragola en el chiringuito azul de Da Silvio, justo delante del puerto de Santa Marina di Salina.
Pero esta vez me trajo hasta la isla algo mucho mejor… La boda de mi amiga Milena con un gran chico. En una visita fugaz, recordé cuantísimo adoro esa isla y me pregunté cómo era posible que nunca hubiera hablado de ella por aquí tanto como se merece!
Todas las fotos son mías. 🙂
Salina es una isla montañosa, de origen volcánico y súper verde. Es el típico pueblecito italiano de postal que te imaginas, una mezcla entre nuestra ibiza menos masificada y nuestra Formentera más grande. Las casas son de todos los colores: azules, blancas, rosas, amarillas contrastado con la vista azul del mar, el verde de las parras y el rosa intenso de las buganvillas. Pasear por cada rincón, ta sea a pie o en barco, es todo un placer para la vista.
Nada más llegar al puerto en Aliscafo, el ferri que te lleva desde Palermo (entre otros lugares) a las Eolias, encuentras el chiringuito azul de Da Silvio, donde es obligatorio sentarse, maleta y todo, a refrescarse con una granita fría, que es un granizado natural de frutas con un sabor de los que en la ciudad ya no se encuentran. Además puedes mezclarlo con nata y un brioche y para ya tocar el séptimo cielo sin apenas haber recorrido tres metros.
Cuando te repones del calor y del pane, puedes subir por la calle principal del pueblo, Via del Resorgimento, mirando las casitas de colores y las tiendas, las mismas que encontré la primera vez que vine hace siete años. Siete años. La misma tienda de gafas de buceo, la de los neceseres y pareos de pulpitos, la joyería, la verdulería, el cartel escrito con rotulador negro sobre un cartón viejo que reza: Ci sino capperi. Las de toda la vida. La misma señora secando compulsiva y rutinariamente los tomates al sol mientras los mira desde la otra acera sentada en su silla, con la casa abierta de par en par.
Comentaba con mis amigos que parte del encanto de Salina sigue siendo lo remota que es, aquí no ha llegado la globalización. Siendo preciosa, no hay boutiques de firmas conocidas, ni cadenas de restaurantes, ni nada que merezca la pena ser nombrado como de moda, salvo la propia isla en sí misma. Salina está cuidada pero se mantiene genuina y anónima, la receta del verdadero lujo. No se ha convertido en un outlet como tantos otros sitios que visitamos con grandes esperanzas e ilusión y acaban convirtiéndose en otro rincón de Pinterest entre Starbucks. Salina es auténtica. Es la isla a la que me vendría a escribir un libro o a meditar de mayo a julio, cuando ya empieza a hacer calor pero aún no está abarrotada.
La calle principal está llena de hotelitos con encanto como Cinque Balconi, el Mercanti di Mare o el Punta Barone. Si os quedáis en esta parte de la isla (porque Pollara y Malfa también son espectaculares, no dejéis de ir!) yo recomendaría alquilar una casita en lo alto para poder ver el mar desde la terraza y pasar ahí las noches de fresco mientras ves las lágrimas de San Lorenzo en agosto o la via láctea en cualquier día despejado del año. No tiene precio.
Merece la pena alquilarse un barquito y comprarse unas gafas de buceo. Es una isla salvaje en la que aún quedan pulpos, erizos, corales y pececitos por todas partes pero lo mejor son los baños, las calas de agua increíble entre rocas inmensas que te recuerdan que Dios existe. Por las mañanas con Milena y todos nuestros amigos, comprábamos pizza al taglio para un batallón y ensaladas que preparan en las tiendas del pueblo con los ingredientes al gusto para tomarlas después de mucho sol y doscientos chapuzones.
También es precioso Capo Faro, donde se casó mi amiga y desde donde se ven unos atardeceres espectaculares. Y sin desmerecerlos en absoluto, están también los que se ven en el Hotel Signum en Malfa, aquí vine en mi primer viaje y aún recuerdo la intensidad de ese naranja en el cielo y cómo se reflejaba en nuestras pieles. Me acuerdo de una noche de música en vivo en un jardín verde espectacular. Parezco una vieja hablando así pero es que esta isla saca todo lo que tengas de sensible, como si estuvieras en una versión veraniega de La Grande Bellezza. Es uno de estos sitios que no se olvidan, de los que da pena marcharse y a los que quieres volver incluso antes de haberte ido.
Esta vez me trajo a la isla el mejor de los motivos y fue doblemente bonita por la boda, la intensidad de las emociones y la alegría que durante esos días contuvo pero encontraré motivos para volver más pronto que tarde, lo juro. Esos gatos adormilados, esas paredes desconchadas, esos limones gigantes… Esa rabiosa belleza de isla que sabe lo que esconde, ese secreto… ¡Volveremos a vernos!
Y si os decidís a ir, no dejéis tampoco de viajar a las otras islas que también son un espectáculo: hacer un trekking por Stromboli de noche, mientras entra en erupción, tomarse una copa en el hotel Raya de Panaera, comprarse un de sus caftanes y hacerse uno de sus zapatos de cuero artesanos, perderse en Alicudi y Filicudi que según me han dicho, son tan salvajes que no hay restaurantes, la noche de Lípari… Qué lugar. ¡Tenéis que ir!
Este post va dedicado a mis amigos Mikel, Azzu, Laura, Sara y Milena ya que sin su compañía la isla no sería lo mismo.
P.d 1: Otros viajes de verano a Mallorca, Javea, El Algarve y Formentera.
P.d 2: Mis lugares favoritos de Sicilia y uno y dos viajes a la isla.
En mi maleta de Sicilia…
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Un finde en Oporto
Esta Semana Santa estuve tres días en Oporto. Me encantó pasear por sus calles y descubrir un montón de tiendas de otro siglo incrustadas en edificios de mil colores envueltos en azulejos. Durante tres días bebimos vino de oporto en la orilla del río, comimos en sitios con unas vistas increíbles e hicimos excursiones cercanas a la ciudad a conocer pequeñas localidades cercanas con mucho encanto. He vuelto enamorada de la ciudad y después de seguir muchas de las recomendaciones (mil gracias!) encontré algunos lugares especiales, como el mejor postre que he tomado en mi vida, las vistas más bonitas de Oporto en una mansión digna del Gran Gatsby o las piscinas más bonitas que he visto nunca…
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Una semana en Formentera e Ibiza
New in the jukeboxTodas las fotos son mías. En el Cap de Barbaria. Hoy es el último día de las vacaciones de verano (al menos para mí) y no se me ocurre un día mejor para contar lo que hice, vi y probé hace una semana ya (snif!) en Formentera e Ibiza. :_)Antes de empezar he de decir que yo era de las de poner los ojos en blanco en más de una y dos ocasiones al ver las fotos de la gente en la isla… y AHORA comprendo de lo que estaban hablando!! Había estado en Ibiza montones de veces pero nunca había recorrido el interior de Formentera así que no tenía ni idea de que fuera tan rural, tan tranquila y tan pintoresca, con ese color aguamarina, esos caminos de tierra, los millones de motos y los Meharis de colores…Lo mejor: lo que más puedo recomendar fue el hotelito en el que me hospedé, Casa Serena. Una casa blanca y payesa en el km 8,9 de la carretera del Pilar de la Mola con unas habitaciones y una decoración que multiplican el buen sabor de la isla. Cuando llegas te piden que te quites las chanclas al entrar y te advierten de que no hay wifi mientras te saluda Lola, la perrita de la casa y miras sin parar a todos lados para ver lo bonito que lo tienen todo. Las habitaciones son blanco nuclear y cada una tiene un capazo de mimbre para que te lo puedas llevar a la playa, que por cierto, está a pocos metros por un camino de tierra que da a la playa de Mitjorn, una playa larga con agua cristalina y chiringuitos de arroz que son una buenísima alternativa a la masificación de Illetes.El desayuno es otro de los placeres de la casa, con embutido, pasteles recién hechos, fruta… Creo que es el hotel que más me ha gustado nunca y por si hay algún hombre leyéndome en este momento, como lleves ahí a una chica la dejas rota!! Casa Serena es el típico sitio que no quieres compartir con mucha gente para que siga siendo el rincón de unos pocos pero, como yo lo conocí gracias a las recomendaciones que vosotros compartisteis conmigo hace unos meses, no puedo dejar de deciros que es increíble, que merece muchísimo la pena y que muchísimas, infinitas gracias por descubrirme un sitio tan bonito.Una de las habitaciones de Casa Serena Sobre las playas: de calas estuve en Cala des Mort, en Illetes al final, donde se unen las dos playas y se puede caminar con el agua por la cintura hasta Espalmador y en Arenals, que es larga y de agua clara como si fuera una piscina natural!Camino a la playa de Mitjorn Sobre los paseos y excursiones: hice también muchas excursiones al faro de la Mola, pasé por Can Toni y me imaginé a Eugenia Silva por allí, pasé un rato sentada en las rocas de los acantilados por la tarde y antes del atardecer, me fui a Blue Bar para ver caer el sol con un mojito bien frío entre las manos.Otro día fui al Cap de Barbaria, donde también hay un faro precioso (el que aparece en Lucía y el Sexo) pero para mí lo más bonito es la llegada: una carretera angosta entre árboles y plantas que se convierte en una fina línea que de repente te da de frente con el faro. ¡Precioso!Beso Beach Y para comer y beber… Yo hice un plan muy tranquilo, comí en uno de los chiringuitos de arroz de Mitjorn del que no recuerdo el nombre y sobre todo, comí en Beso Beach, que es el chiringuito de moda de Illetes y que es un espectáculo en sí. Para empezar, porque está lleno de guapazos y guapazas que trabajan allí y animan el cotarro, hay un musicón y unos mojitos a partir de las seis de la tarde que vienen a representar la sensación pura de las vacaciones de verano. Después, pero no por ello menos importante, hay que ir porque la comida está buenísima. No es el típico chiringuito en el que te pegan una clavada por ser un sitio de moda y te quedas como estabas, aquí todo está bueno. Al menos todo lo que probé yo y volveré!
Aunque yo no estuve y no os puedo decir qué opino personalmente, me recomendaron las pizzas de Macondo, donde hay que ir temprano porque no admiten reservas y se pone hasta la bola, Chezz Gerdi como italiano de moda y Can Carlos con bombillas de verbena en mitad de un jardín. No pude ir a Sa Sequi pero mi amiga Sandra me ha dicho que le encantó así que es de los primeros que visitaré la próxima vez que vaya!Can Xicu en la Mola De compras, me encantó Can Xicu, una tienda de decoración en la Mola lleno de cosas preciosistas para adornar tu casa y las tiendecitas hippies de San Francesc, entre las que me chifla Ca Teua, también de decoración y ropa.Y en general, me encantaron los atardeceres, los paisajes y el rollo. Coger el ferry de vuelta es MUY DURO. :__)El atardecer en Cala Compte y Sunset Ashram al fondo. Sobre Ibiza: después pasé dos noches más en Ibiza, donde también descubrí algunos sitios interesantes! Con tan poquito tiempo hice todo lo que pude: fui a Cala D’Hort, la playa delante del peñón de Es Vedrá que dicen que es un punto energético del planeta, me tomé un arroz con vistas en Es Boldado en la misma cala y por la tarde, me fui a Cala Compte y Cala Tarida, para acabar el día en Sunset Ashram, un chiringuito de los 70 que aún se mantiene en pie y tiene uno de los atardeceres más bonitos de la isla. Me lo recomendó Nuria, pero lo curioso es que cuando llegué yo ya había estado! Hace muchísimos años, en un viaje precioso, sin gente y con la misma puesta espectacular. Me pregunto cómo supe del sitio entonces!Es Vedrá desde Es Boldado En Ibiza pueblo, os recomiendo coger el barquito del puerto y cruzar a la zona de Marina Ibiza donde está Lío para en vez de entrar ahí, ir al bar que está justo delante, que se llama La Calma y tiene unas vistas increíbles de Dalt Villa iluminada mientras te tomas tu copazo más a gusto que todo. Hice una parada obligatoria también en la mítica tienda de kaftanes indios de Vicente Ganesha y me compré provisiones para los próximos dos veranos ya vivo en esas camisas que huelen raro y sientan también durante al menos treinta días todos los años. Bueno yo, y Kate Moss y Elle McPherson… 😉Las calles y casas de la ciudad amurallada de Dalt Villa Por el día, también paseé por la zona amurallada de Dalt Villa, tomé un café en un bareto al lado del mirador e hice mil fotos a las casas encaladas con marcos de colores y plantas que caen de las paredes en cascada, por todas esas calles estrechas, tan parecidas a las de Cacela Velha en el Algarve. Conversé sobre la reina Sofía y los Casiraghi con la dueña de S’Espardenya, donde me compré una de las ilusiones de mi viaje: unas zapatillas de payesa.Ibiza desde La Calma en la Marina También vi la otra Ibiza, la de cuerpazos esculpidos duramente durante todo el año para ser lucidos en Playa d’Embossa, escuché la música que se exporta al mundo y te transporta a planetas extraños. Vi lujo y anonimato, vi casas escondidas en recodos que no se ven desde el ma y otras acristaladas por completo en zonas que fardan de la máxima protección urbanística. Vi ostentación y austeridad. Me encantó todo. Me fui finalmente de estas islas con el corazón encogido y deseando volver.Ha sido un gran verano y ahora toca luchar por un gran invierno pero lejos de dejarme vencer por la pereza y la depresión post-vacacional, le daré la vuelta a la tortilla y haré que las alegrías del verano me duren todo el invierno. O eso me digo. Por un verano invencible.Feliz vuelta a casa a todos.